El mundo sublunar del tiempo y el mundo supralunar de la presencia

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Solicito una entrevista con el Khan. Le manifiesto mis deseos de volver a la Tierra, mi planeta. Él intenta convencerme para que me quede en la luna. Incluso me ofrece un cargo que ha quedado vacante: el de Lector de Poesía del Khan. Antes, este cargo lo ostentaba un alto funcionario Xa. Pero nunca fue capaz de leer poesía como antes, luego de que se le extirpara su Dispositivo de Adquisición Lingüística. Sin embargo, mi decisión está tomada. Es hora de partir.
En reconocimiento a mis servicios, el emperador me regala nada más y nada menos que el libro robado del Gabinete de Libros Secretos, el pequeño aleph donde todas las poesías aparecen ocupando el mismo punto del universo.


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Nuestros sueños se han convertido en nuestros amos

Éste es el último contacto de Al Halim X9009, de la firma Kanazawa. Los enunciados del robot se reciben entrecortados, ciclóteos, esquizoides. Algunos son sumamente desalentadores: “Hemos perdido la Tierra. Hemos sido derrotados por nuestros propios sueños”. Algunos, desde la propia perspectiva del robot, son incluso triunfantes: “El dolor me ha hecho hombre. Finalmente, he aprendido a llorar.” Algunos no poseen el menor sentido: “Daisy, Daisy, give me your answer, do, I’m half crazy all for the love of you.” Y entre todas esas frases inconexas, las coordenadas de la resistencia terrestre: 40.385053, -3.713956.
Luego, el silencio. Al no ser capaz de actualizarse ni de operar dado que sus retro-compatibilidades han sido invalidadas, sus funciones se han anulado definitivamente. AI Halim, el robot perspicaz  e indagador, ha muerto. Pero mi corazón sigue palpitando en su interior.


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Recuerdos que olvidaría

En la luna, todas son ofrendas, desfiles, fuegos de artificio, banquetes con exquisitos manjares hechos en base a laetiporus lunares. Los alrededores del cráter Kurchatov están decorados con guirnaldas de farolitos de colores y aquí todos ríen y bailan. Estoy a punto de darle un mordisco a un buñuelo de laetiporus cuando ………beeep….beeeep… un nuevo contacto telepático de AI Halim, desde la Tierra. El robot considera que la causa terrestre es una causa perdida.


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El paraíso es un lugar en donde nunca sucede nada


Desactivados los núcleos conspirativos de Domingo de Ramos y su banda de niños metrofóbicos y dispersos los seguidores de Scale Styles -quienes, sintiéndose traicionados por sus prófugos líderes, hubieron de admitir el hecho de que las palabras no significan siempre la misma cosa-, la tranquilidad vuelve a la Luna. A la puesta en línea del portal de poesía Cósmica sigue un mes lunar de festejos.


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La Hora D

Llega la Hora D. El Khan, todos los funcionarios de Palacio y yo misma asistimos al esperado momento en el interior de la Biblioteca. Las pantallas muestran el count down: 3…2…1…Al arribar el momento, vemos aparecer en todas las pantallas el buscador de la base bibliográfica y documental. ¡Epistemología poética brillando como caleidoscopios de colores en la noche lingüística!
El Khan salta de alegría y aplaude entusiasmado:
-¡Ha vuelto mi biblioteca! ¡Han vuelto mis queridas poesías!
Automáticamente, todos los funcionarios copian sus gestos.
Ya está en línea la biblioteca virtual con todas las poesías del cosmos, reproducidas en espejo en todas las nubes de todas las galaxias. Ya nadie podrá poseer las palabras, ni tampoco silenciarlas, ni destruirlas. Bueno, todavía sí en algunos residuales bastiones metrofóbicos o monométricos, donde los gobiernos y las corporaciones controlan las redes de los usuarios, como por ejemplo en la Tierra, donde Refine Edge se ha convertido en fetiche monométrico excluyente.
Habidas cuentas de que a partir de este momento cada archivo subido a las nubes espejo puede igualmente ser impreso tridimensionalmente a partir del uso de impresoras estéreolitográficas, al Khan se le ocurre una idea: a manera de improvisada ceremonia, ordena llevar a la plataforma exterior todos los libros en papel de Rubén Darío que pueblan los estantes. Para ello, los funcionarios cuentan con la ayuda de la guardia mongola. Una vez ubicados los volúmenes en veinte inmensas piras,  el Khan da la orden y el Jefe de Inteligencia las enciende con una antorcha.


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De tiempos cósmicos coordinados y radiorrelojes atómicos

La ciudad de Arkham, los copistas de la Vulpécula….¡pero claro! De pronto me doy cuenta de que un acontecimiento inminente está por salvar la Biblioteca de Poesía del  Gran Khan. Observo mi radiorreloj atómico, medidor del TUC (Tiempo Universal Coordinado): la profecía de Smart Filters está a punto de cumplirse. El Autocompletador de Textos Poéticos ha funcionado con la celeridad prevista y sólo faltan 132 horas para la hora D.
Explico al todavía lacrimoso emperador el plan pergeñado por Smart Filters, con la ayuda de los copistas de la Vulpécula. Si todo sale como es esperado, en pocas horas (poco más de cinco días terrestres) toda la información de la Biblioteca sustraída estará en línea, accesible de manera gratuita y libre para todos los habitantes del cosmos. Entonces, los poetas lunares  rebeldes terminarán de subir a la red intergaláctica su Biblioteca de Poesía espejo.
A cambio de la recuperación de toda la información que Julio Sánchez le ha sustraído, el Khan deberá cambiar su forma de pensar y comprender que nadie tiene el derecho de erigirse en dueño de las palabras.


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Pocos ven lo que somos pero muchos ven los que aparentamos

El plan de Scale Styles había sido absolutamente siniestro. Pasando por una empleada más de la Biblioteca, fue ascendiendo posiciones, trabajando jornada tras jornada en la reconstrucción de las poesías y ganándose la confianza de todos en Palacio. Apenas terminada su labor, sin embargo, en lugar de subir, tal como esperado, los archivos a la nube del Khan, los transfirió nada más y nada menos que …¡a la nube personal de Julio Sánchez!  Luego, había inundado los servidores del emperador con poesías de Rubén Darío.
Julio Sánchez, quien al estallar las Galaxias Ratonas debido a la bomba de poesía disparada desde la luna, había fijado su residencia en el Objeto de Hoag, había pergeñado todo el asunto, contando para ello, además de con el conocimiento técnico de Scale Styles, con el apoyo financiero del inescrupuloso empresario galáctico Reset Manus.
Una vez terminado todo el proceso, ella había huido del satélite en una de las naves-tanque portadoras de la tinta verde provenientes del Sextante 47. De hecho, no sólo había huido sino que se había llevado consigo todos los millones de libros gráficos de la Biblioteca del Khan, ocultos en los enormes tanques de las naves. Los copistas de la Vulpécula, por su parte,  se habían marchado de la Ciudad Imperial, escapando hacia la periferia de la ciudad de Arkham, donde difícilmente podrían ser encontrados por las autoridades.


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Tinta verde

El Khan advierte mi estupor. Debido a que la tinta azul de las alas de mariposa era cada vez más diluida y translúcida debido a la alteración en el ADN de los cocoterales del Mare Imbrium, el personal de la Biblioteca había decidido reemplazarla por la famosa tinta verde fabricada en las refinerías del Sextante 47, cuyos ingredientes se han mantenido secretos a lo largo de los años. La compra de tinta al Sextante había motivado la clausura del Laboratorio de Procesamiento de Tinta que funcionaba en el subsuelo del recinto, y la cesantía de todas sus operarias. De allí también que pesadas naves-tanque llenas de tinta verde surquen el cielo lunar de manera constante.


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Toda realidad que se ignora prepara su venganza

Alarmada, me dirijo hacia uno de los estantes y cojo yo también, por mi parte, un libro al azar. ¡Es cierto! ¡Se trata de un libro de poesías de Rubén Darío! Enciendo los ordenadores uno a uno: Rubén Darío en cada uno de ellos. ¡Después de tantos meses de arduo trabajo reconstruyendo minuciosamente todo el material poético de la Biblioteca! Es una verdadera catástrofe.
Pero además, otro detalle llama poderosamente mi atención:los textos están escritos con letras de color verde y no con el azul de la tinta de alas de mariposa.


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Bajo el ala aleve del leve abanico

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El enorme recinto de la Biblioteca está vacío, la zona gráfica, la sala de medios proyectables, la zona de data y software, la zona de máquinas procesadoras y escanears, los escritorios de los copistas frente al enorme ventanal que da  al árido paisaje lunar en los alrededores del cráter Agatharchides, entre el Mare Humorum y el Mare Nubium. Todas las máquinas permanecen apagadas.
Los guardias mongoles se retiran. Ni bien nos quedamos solos, el Khan rompe a llorar como un desconsolado niño.
Confundida, no atino a saber cómo reaccionar.
– ¡Mi sueño!, ¡Mi ilusión de toda la vida! Todo se ha perdido para siempre…- solloza Kublai.
¿Qué ha sucedido?
A partir de la compra por parte del Autocompletador de Textos Poéticos por parte del auspiciante Reset Menus, el trabajo de reconstrucción de los textos se había acelerado de manera notoria. El Kahn estaba sumamente entusiasmado y esperaba ansioso el día en que la puesta al día de su flamante Biblioteca personal se concretara. Y el día llegó.
Vistiendo sus mejores galas de seda y con su loovuz de terciopelo rojo sobre su cabeza, el Khan bajó a la Biblioteca seguido por su séquito de funcionarios. Pero cuando las puertas de acceso fueron abiertas, nadie estaba allí para recibirlos: el lugar estaba vacío. Allí no estaba ni Scale Styles, ni su equipo de copistas, ni los copistas de la Vulpécula, ni ninguno de los otros empleados. Estupefacto y bastante ofendido, el emperador  imaginó el reto que iba a dar a su Departamento de Ceremonial.
Antes de retirarse, se le ocurrió coger un libro al azar y leer una hoja al azar:

¡Amoroso pájaro que trinos exhala
bajo el ala a veces ocultando el pico;
que desdenes rudos lanza bajo el ala,
bajo el ala aleve del leve abanico!

¿Qué es esto? El Khan cogió otro libro:

Pesado buey, tú evocas la dulce madrugada
que llamaba a la ordeña de la vaca lechera,
cuando era mi existencia toda blanca y rosada
y tú una paloma arrulladora y montañera.

Al borde del colapso, Kublai corrió hacia uno de los ordenadores y prendiéndolo, pudo leer en su pantalla:

¡Poetas!
¡Pararrayos celestes
que resistís las duras tempestades,
como crestas escuetas!

Todos los libros, todas las pantallas, todas las capturas de audio, la nube toda: ¡la Biblioteca toda estaba invadida por Rubén Darío!


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