La Hora D

Llega la Hora D. El Khan, todos los funcionarios de Palacio y yo misma asistimos al esperado momento en el interior de la Biblioteca. Las pantallas muestran el count down: 3…2…1…Al arribar el momento, vemos aparecer en todas las pantallas el buscador de la base bibliográfica y documental. ¡Epistemología poética brillando como caleidoscopios de colores en la noche lingüística!
El Khan salta de alegría y aplaude entusiasmado:
-¡Ha vuelto mi biblioteca! ¡Han vuelto mis queridas poesías!
Automáticamente, todos los funcionarios copian sus gestos.
Ya está en línea la biblioteca virtual con todas las poesías del cosmos, reproducidas en espejo en todas las nubes de todas las galaxias. Ya nadie podrá poseer las palabras, ni tampoco silenciarlas, ni destruirlas. Bueno, todavía sí en algunos residuales bastiones metrofóbicos o monométricos, donde los gobiernos y las corporaciones controlan las redes de los usuarios, como por ejemplo en la Tierra, donde Refine Edge se ha convertido en fetiche monométrico excluyente.
Habidas cuentas de que a partir de este momento cada archivo subido a las nubes espejo puede igualmente ser impreso tridimensionalmente a partir del uso de impresoras estéreolitográficas, al Khan se le ocurre una idea: a manera de improvisada ceremonia, ordena llevar a la plataforma exterior todos los libros en papel de Rubén Darío que pueblan los estantes. Para ello, los funcionarios cuentan con la ayuda de la guardia mongola. Una vez ubicados los volúmenes en veinte inmensas piras,  el Khan da la orden y el Jefe de Inteligencia las enciende con una antorcha.


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