Donde los árboles de tejos soplan como hidras

El comandante me cuenta la manera en que fue abducido por los niños de Domingo de Ramos. La tarde había empezado a caer sobre el lado oscuro de la luna y el regresaba de una misión en los alrededores del Monte Hadley. Él había quedado rezagado respecto de sus hombres, observando con curiosidad una bandada de mariposas que había llamado su atención porque, en lugar de ser del clásico color azul de las que revoloteaban por esa región de la luna, eran de un fluorescente color naranja. Estaba distraído con estas cuestiones cuando de pronto sintió un fuerte golpe en la cabeza y perdió el sentido. Después de eso, sólo recuerda imágenes aisladas: el estar encadenado a la pared de roca de una cueva, el dolor de los meñiques cortados, la presión del casco con sensores electro-encefalográficos, los insoportables, estridentes y continuos gritos de los niños, las angustiantes paredes de metal del sarcófago en el que permanecía aprisionado.


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