Evidentemente, no puedo decirle al jefe dracovita que, lejos de estar vinculados a los acólitos monométricos, el comandante Aukan y yo somos los líderes de la resistencia poética lunar en la clandestinidad. Manifestar esto frente a los miembros de una tribu metrofóbica equivaldría al suicidio.
Curiosamente, de esta espinosa situación nos salva nada más y nada menos que Domingo de Ramos.