¡Expulsada de la Ciudad Imperial!

Dejo atrás el Palacio, con sus complots  y traiciones, y la Biblioteca, con sus secretos e intrigas, y cruzo la muralla por la puerta Norte hacia el desierto. El crudo y exótico paisaje lunar se despliega frente a mí hasta perderse en el horizonte. La corteza del satélite, con sus cicatrices, grietas y craquelados, semeja la superficie de una enorme tarta de azúcar. Sobre mí, un inmenso cielo negro, tachonado de miríadas de estrellas.
Mil preguntas se agolpan en mi mente: ¿Dónde encontrar el libro robado del Gabinete? ¿Cómo es que el Khan ha exonerado a Scale Styles? ¿Habrá sido una trampa tendida para mí desde el principio para quedarse ella con mi puesto en la Biblioteca? ¿Y Dot Perinch? Evidentemente, jamás debe confiarse uno en un agente doble. Quizás debería haber dejado que Domingo de Ramos y sus niños acólitos le extirparan el LAD. Pero entonces, nunca me habría enterado de los planes de la dictadura de Hoag para controlar el sentido de las palabras del Universo.


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