Ayer, en la puerta sur de la muralla, me encontré de forma ultra-secreta con el comandante Aukan. Puede que sea por los efectos colaterales del de hidrácido sulfhídrico, pero el estar alucinando cosas lo inquieta. Evidentemente, no puede compartir su preocupación con nadie. ¿Qué podrían pensar de él sus compañeros de lucha? La tarde había empezado a caer sobre el lado oscuro de la luna cuando uno de sus hombres, que había quedado rezagado, llegó corriendo hacia el campamento por el sendero de las epífitas plateadas. Agitaba sus brazos y comunicaba por señas que avanzaban enemigos por la pared oriental del Mar del Néctar. Todos los campesinos se movilizaron instantáneamente. Cuando le preguntaron al hombre cuántas personas venían tras ellos, el hombre mudo contestó con la mano: cinco. Pero puede que diez, o quizás quince. A fin de cuentas, resultó una alucinación. Pero el evento consternó profundamente al grupo sedicioso, que ya empezaba a hablar de psicosis.