Con la ropa hecha jirones y el rostro arañado, el verdadero Aukan observa a su vencido alterego cuyo cuerpo, tumbado contra unas piedras de sílice, es atravesado por unos glitchs fosforescentes cada vez más frecuentes.
En el transcurso de la lucha, el Aukan verdadero se ha hecho con la pistola de rayos. El falso Aukan intenta incorporarse y amaga con volver a atacar. El verdadero no duda un segundo y dispara sobre él la carga del arma, enviando automáticamente al holograma del comandante, en un puente Einstein Rosen, hacia alguna otra coordenada espacio-temporal del cosmos.
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