La retórica como episteme

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Muy lejos de allí, en algún lugar remoto cruzando el océano Atlántico, el comandante Aukan lleva adelante su incansable lucha en la jungla de palabras. Lo acompaña un fiel grupo de campesinos lunares que se han unido a su gesta revolucionaria.
Aukan ha cambiado el desierto plateado y polvoriento de la luna por la húmeda y febril espesura de la selva panamericana. Pero allí, nada es lo que parece. Todos son verdes espejismos y quimeras fractales. Allí, los árboles tienen ojos y los insectos tienen cuchillos por garras; las lianas son intertropicales y los papagayos, contrarrevolucionarios. Allí los arbustos yámbicos, flores esdrújulas y prosopopeyas  angiospermas crecen como moscas de los sueños.
¿Por qué dejó el comandante la luna? ¿Fue acaso el mismo Kublai Khan quien decidió enviarlo al exilio? Aukan nunca había pensado en retornar a su planeta natal. Y sin embargo, ahí estaba, mercenario cósmico al fin, en la Tierra, luchando contra los las antífrasis y los ditirambos.

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