Entre ornitorrincos y monstruos, el suceso

Filed under: Scrapbook | Tags: | abril 23rd, 2014
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Una escena de Tronos de sangre, de Akira Kurosawa, basada en Macbeth

Para Roland Barthes, un suceso pertenece al terreno de lo monstruoso: no remite a nada fuera de sí mismo ni hay nada implícito en él; es su propia inmanencia lo que lo define. El suceso es aquello innombrado e incalificable, el hecho excepcional que suele clasificarse bajo el epígrafe de “Varia”, como el ornitorrinco, que tantos dolores de cabeza dio a Linneo. Todas las relaciones inmanentes al suceso pueden reducirse a dos tipos: causalidad y coincidencia.
No hay suceso sin asombro y el asombro implica siempre una perturbación. ¿Cuáles serán las perturbaciones de causalidad en las que se articule el suceso? Con respecto un asesinato, por ejemplo, la perturbación será la del tiempo fascinante e insoportable que separa el hecho de la causa -tiempo que el relato policial aprovecha en su trama y que se objetiva en la figura del detective, cuyo trabajo consiste en “descifrar el enigma”, en rellenar al revés ese tiempo que va del hecho a la causa para que cese el terrible porqué, lleno de frustración y desasociego.
Pero la causalidad será, según Barthes, siempre fragmentaria y trucada, o al menos, sospechosa o equívoca, como si en cierta forma, el efecto siempre decepcionara a la causa. Con respecto a la coincidencia, esta refiere a dos términos pertenecientes cada uno a un terreno autónomo de significación, unidos por el mero azar.
Causalidad y coincidencia serán los dos movimientos en los que se constituya el suceso: ambos terminan efectivamente por recubrir una zona ambigua en la que el hecho está plenamente vivido como un signo cuyo contenido es sin embargo incierto. Puede que estemos en un mundo de la significación, pero sin embargo, estamos muy lejos de hallarnos en un mundo del sentido.


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