Pianos de luz

Filed under: Scrapbook | Tags: | marzo 5th, 2011
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Desde Archimboldo hasta Athanasius Kircher, muchos fueron los que se dedicaron a construir instrumentos musicales cuyas frecuencias se correspondieran con frecuencias cromáticas.  Así, a partir del siglo XVI se dieron una serie de instrumentos conocidos como “órganos de color” destinados a modular una serie de luces coloreadas a partir de las diferentes notas que se iban ejecutando. Cerca de 1730, el jesuita Louis Bertrand Castel, construyó su famoso “órgano ocular” que consistía en un marco cuadrado colocado sobre un órgano común. Este marco tenía 60 pequeñas ventanas, cada una cubierta con un vidrio de diferente color y una pequeña cortina que se activaba con un sistema de poleas enganchada en cada una de las teclas. De esta manera, cada vez que una tecla era tocada, la cortina se elevaba dejando ver la luz a través de los vidrios de colores. Los contemporáneos de Castel estaban fascinados con este invento e importantes personalidades visitaban el estudio del jesuita para acceder a una demostración de sus virtudes. Incluso el compositor alemán Telemann, quien había viajado especialmente a Francia para tal fin, compuso una serie de piezas para ser ejecutadas en este órgano.

El mismo Alejander Scriabin se basó en  los escritos de Pere Castel para construir su propio “piano de luz”. Este compositor ruso quien, entre otras cosas, fue el que introdujo a Kandinsky a la teosofía, había pertenecido al círculo de Troubetzkoy en Rusia y había tomado contacto con la doctrina teosófica en París, soñaba con crear una obra que combinara tanto sonidos como colores.  Su poema sinfónico Prometeo: El poema del fuego, de 1910, incluye una parte a ser ejecutada por  su  “clavier à lumières”. La obra se basa en un complejo programa que termina con el comienzo del mundo y la danza cósmica de los átomos. El sistema que idea Scriabin para sintetizar música y colores está basado en una tabla donde a cada sonido corresponde un color.  Sus búsquedas sinestésicas tenían que ver con una antigua corriente espiritual de pensamiento que atravesó por igual a personajes tan disímiles como Goethe, Rimbaud o  Mme. Blavatzky. En esa época, claro, no existían los sintetizadores analógicos de los 60, ni mucho menos los ordenadores. Y, por supuesto, no había reactables.


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