Amor de lagarto

En 1927, Federico García Lorca compuso su poema El lagarto está llorando, dedicado “a Madmoiselle Teresita Guillén, tocando su piano de seis notas”. En el mismo, un lagarto y una lagarta muy viejos lloran, también al sol, porque han perdido su anillo de desposados. Hacia finales de la década del 40, René Char nos presentó su poema Lamentos de un lagarto enamorado donde un lagarto que toma sol sobre una piedra reflexiona sobre la naturaleza a su alrededor y la violencia de la creación. El poema, como tantos otros de Char, fue musicalizado por Pierre Boulez. El paralelismo es evidente: los lagartos, el amor, la tristeza, la música. La imagen de estos reptiles prehistóricos en su saludo al dios sol, detenido en el tiempo inmemorial de los siglos, siempre me pareció a la vez conmovedora y heroica. Seguramente también se lo pareció a Lorca, Char y Boulez. Aunque por otro lado, claro, están las “lágrimas de cocodrilo”, que son lágrimas fingidas, falsas. Aquí, en algunos pueblos de España, golpean a los lagartos con un palo cuando están tendidos al sol y luego los cocinan en tomate.