Yo fui, yo soy, yo seré

Filed under: Scrapbook | Tags: | junio 25th, 2014
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El asesinato de Rosa de Luxemburgo (1960) es una de las obras de RB Kitaj que se muestra estos días en el museo Thyssen, en el marco de la muestra Los mitos del Pop.
La revolucionaria y teórica fue asesinada en Berlín, en 1919. Pero la imagen de Kitaj no muestra el momento del asesinato sino el momento en que su cuerpo es arrojado al río.
En el centro, en la parte superior del cuadro y aludiendo al contexto histórico, pueden verse las figuras de la mítica Germania y la del Conde Helmuth von Moltke. La figura cubierta con un velo, en la parte superior derecha representa a Rosa, la abuela rusa del artista, quien debió abandonar su tierra natal debido a los pogroms contra los judíos. Kitaj asocia a Rosa de Luxemburgo con sus abuelas Rosa y Helene, pero especialmente con Helene, quien debió exilarse de Viena en los años 30, llegando a América. Dos hermanas de Helene (al igual que tres hermanas de Franz Kafka y cuatro de las cinco hermanas de Sigmund Freud), fueron asesinadas en campos de concentración. Pegado sobre la imagen de la abuela, el artista presenta un texto que da cuenta del asesinato, tomado del libro “Rosa Luxemburg”, escrito en 1940 por Paul Frölich:
“Rosa de Luxemburgo fue llevada del Hotel Eden por el Teniente Vogel. Frente a la puerta, un soldado llamado Runge esperaba. Tenía órdenes del teniente Runge y del Capitán Horst von Pflugk-Hartung de golpear a Rosa con la culata de su carabina y hacerla caer. Aplastó su cráneo con dos golpes. Luego, ella fue levantada medio muerta y colocada dentro de un automóvil que esperaba con Vogel y otros oficiales dentro. Uno de ellos volvió a golpearla en la cabeza con su revólver y el teniente Vogel la remató de un disparo a quemarropa en la sien. El coche se detuvo en el puente de Liechtenstein, sobre el canal Landwehr, y el cadáver de Rosa fue arrojado al agua desde allí. No pudieron rescatarlo hasta el mes de mayo”.

Recordaremos aquí las últimas palabras conocidas de Rosa Luxemburgo, escritas la noche de su muerte, y que aluden a la inevitabilidad de la revolución: “¡Estúpidos secuaces! Vuestro ‘orden’ está construido sobre la arena. Mañana la revolución se levantará vibrante y anunciará con su fanfarria, para terror vuestro: ¡Yo fui, yo soy, y yo seré!»


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