El viaje de Coco y Burbuja en busca de la Iluminación (4)

Filed under: Scrapbook | Tags: | septiembre 3rd, 2011
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Burbuja y Coco ingresan en el Atlas las coordenadas del Valle de la niebla y parten en busca del Trébol dela Suerte Cruel.Pocos minutos después, se encuentran transportados a las agitadas y míseras calles de una ciudad que podría ser muy bien Shangai, a comienzos del siglo XX. Coolies que trotan hacia un lado y hacia el otro llevan sus rickshaws. Vendedores ambulantes, en los zaguanes de las casas, ofrecen jaulas con pájaros, faroles de papel y perfumadas sopas de vegetales que se cocinan en humeantes ollas.

-¡Allí!- exclama de pronto Coco, señalando hacia el noroeste con su lanza de caña. Un cartel pintado de verde sobre la desvencijada puerta de una casa dice “Valle dela Niebla”. La puerta se abre con un chirrido y los amigos entran.

“El Valle dela Niebla” resulta ser un sórdido fumadero de opio. Un humo letárgico y dulzón, cual espesa y narcótica niebla, envicia el aire. Las penumbras sólo son quebradas por las agonizantes y trémulas sombras que arrojan las mortecinas luces de los faroles de papel. La habitación es un fétido y descascarado cajón chorreado de gotas del oleajinoso combustible de las lámparas de opio y de dudosos coágulos verdosos. Burbuja y Coco se recuestan sobre unas alfombras de mimbre. A su lado, un hombre chino de mirada extática recita:

“Conocer al otro es sabiduría – Conocerse uno mismo es iluminación – Dominar al otro requiere de fuerza – Dominarse uno mismo requiere de agallas”

Alguien les alcanza una pipa compuesta por una larga caña de bambú, en cuyo extremo se encuentra un pequeño recipiente de barro cocido cubierto por enigmáticos ideogramas. Acercan la pipa a la lámpara de opio, que comienza a calentarse y a emanar vapores narcóticos. La presión sanguínea decrece, la respiración se vuelve pesada y lenta, las pupilas se contraen y comienza la náusea. Coco murmura algo pero Burbuja no puede oírlo. Si pudiera hacerlo, se daría cuenta de que está tartamudeando fragmentos de poemas de Coleridge y De Quincey. Antes de que los amigos se duerman por completo, el chino sabio dice algo en mandarín y les entrega un viejo pergamino escrito en chino.


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