Cuando vuelve en sí, Belén Gache advierte que se encuentra en la Unidad Esquizo-lingüística del Hospital Central. Le han puesto una camisa de fuerza aunque, en rigor a la verdad, esto no es necesario ya que, debido a la droga cromofóbica que le han administrado, ella permanece en estado de sumisión ideológica constante. Además, la mantienen con la cabeza fija en dirección a una inmensa pantalla de plasma en la cual se proyectan constantes mandalas multicolores que parecen surgidos del interior de un caleidoscopio.
Sometida una y otra vez a técnicas de aversión químicas, eléctricas y simbólicas, todavía es incapaz de percibir el color rojo.
Entre proyección y proyección de mandalas, Brush Strokes entra en la habitación y la interroga exhaustivamente, apelando ya sea a su ego, a su conciencia o al temor. Sucesivamente la hostiga utilizando chantajes o falsas promesas y hasta amenaza con fabricar evidencia en su contra. ¿Qué es lo que busca Strokes con tanta vehemencia? Sonsacarle a la poetisa la localización del comandante Aukan en la selva de Cururú.