Belén Gache

[ volver a portada ]  


  Secretos

 

Catálogo escrito por Belén Gache. Centro Cultural de España, abril de 2004.

 

SECRETOS

Intentando ocultar el ominoso hecho de que sus orejas se habían convertido en orejas de burro, el rey Midas pidió ayuda a su barbero, amenazándolo con graves castigos si osaba revelar su vergonzante condición. El barbero disimuló las orejas del rey. Sin embargo, sintió que el secreto era demasiado grande como para guardarlo por sí sólo. Fue al campo, cavó un hoyo entre las espigas de trigo y susurró dentro: “el rey Midas tiene orejas de burro”. Luego, tapó el hoyo nuevamente con tierra. Lejos de permanecer allí escondido, el secreto se diseminó por entre las espigas del campo. Cada vez que el viento las agitaba, un persistente murmullo llenaba el aire: “el rey Midas tiene orejas de burro”.
La anécdota de Midas muestra la tensión existente entre una prohibición y un deseo que son incompatibles. También muestra la tensión entre el decir y el no decir dado que el secreto reside tanto en lo que se dice como en lo que se calla.
Todo secreto marca una frontera entre aquellos que lo conocen y aquellos que no. A veces, los secretos adoptan, por ejemplo, la forma de palabras codificadas, inaccesibles a la mayoría de las personas. Tal es el caso, por ejemplo, de las fórmulas mágicas, los conjuros o de ciertos lenguajes incomprensibles ligados a ámbitos religiosos y místicos. La existencia de esta clase de lenguajes secretos se debe, en ocasiones, a que las doctrinas que los transmiten o bien no son aceptadas por el común de la sociedad o directamente se presentan como políticamente peligrosas. En todo caso, estos lenguajes, lejos de querer comunicar, tienen por fin precisamente el ocultamiento de un saber escondido, reservado solamente a algunos iniciados.
El hablar en lenguas incomprensibles parece haber sido una práctica común, por ejemplo, entre los apóstoles. Este extraño fenómeno, conocido como glosolalia, se presenta como la declamación de un conjunto de enunciados desprovistos de sentido aparente. Pero esta falta de sentido, provoca automáticamente la duda: ¿no esconderán estos fonemas misteriosos un sentido que se nos escapa y permanece oculto? ¿Se tratará acaso de un mensaje de los mismos dioses? En todo caso, estos lenguajes no hacen sino resaltar la incomunicación entre los hombres y la incapacidad de los lenguajes existentes de dar cuenta de una serie de cuestiones. Por ejemplo quienes somos o cual es el sentido de nuestras vida.
En su performance Index Generator, Marcello Mercado recorre las calles de Colonia (Alemania) realizando diferentes lecturas de Das Kapital traducido a su propio idioma inventado. Demandando, arengando, explicando o exigiendo explicaciones a medida que blande un ejemplar del libro en su mano o bien puntea el índice como si mediante obsesivas lecturas hubiera esperado encontrar allí respuestas, Mercado enfrenta primero a una mesa situada en el fondo de un gran agujero en donde se encontraba la Kölnischer Kunstverein, luego al afiche de una inmobiliaria denominada Engels y, finalmente, a una manifestación contra la violencia policial frente a la catedral, donde su discurso se mezcla con las lecturas de los diferentes manifestantes
A veces, la codificación secreta de las palabras se da por medio de grafos que se nos presentan igualmente herméticos. Con sus libros guillotinados y descuartizados, Andrea Moccio, hace hincapié en la violencia sobre el texto y también del texto que no permite ser descifrado. Se trata aquí de una suerte de autopsia que la artista realiza sobre unos tomos del Tratado de Patología Médica y de la Farmacología y Terapéutica que habían pertenecido a su padre psiquiatra, libros cuyas páginas de niña curioseaba a escondidas y cuyos contenidos se le aparecían igualmente incomprensibles. Estos enormes libros se le presentaban como poseedores de los discursos vedados del mundo de los adultos, de los cuales los niños eran excluidos. También se le presentaban como contenedores del secreto de los cuerpos, a los cuales sólo tenían acceso la ciencia.
Conocida es la fascinación que ejercen las escrituras que no pueden ser descifradas, como los jeroglíficos, los criptogramas, las escrituras inventadas. Las mismas parecen poseer el poder de encerrar todos los misterios del mundo. En todo caso, los pares de opuestos sentido-sinsentido, legibilidad-ilegibilidad, desciframiento-secreto en estas escrituras tendrán su correlato en los pares sentido-sinsentido, legibilidad-ilegibilidad, desciframiento-secreto del propio universo. Indisociable de esta idea es, la del universo como escritura o libro de Dios, cuyas metáforas han proliferado a lo largo de la historia y donde cada objeto, cada planeta, cada ser vivo es concebido como un conjunto de grafías divinas a ser descifradas.
Los grafos de codificación oculta han sido utilizadas a lo largo de la historia por cabalistas, magos, alquimistas, templarios, gnósticos y sacerdotes, demostrando, en todo caso, la esencia misma de la escritura, dado que, como sostenía Roland Barthes, "la ilegibilidad, lejos de ser un aspecto deficiente y monstruoso de la escritura, demuestra, en cambio, su verdad".
Los mensajes ocultos también han sido ampliamente utilizados con fines bélicos. De los mensajes encubiertos en los cueros cabelludos de los soldados romanos a las steganografías del Abate Tritemius, de las cartas en código de María Estuardo a los correos de Al Qaeda, encriptados a partir de las imágenes de los sitios pornográficos en internet, los códigos secretos y los encubrimientos de información han proliferado a lo largo de la historia, jugando con la posibilidad de no ver lo que en realidad se está viendo o, en todo caso, de ver otra cosa. Y es que cuando hablamos de secreto, hablamos siempre de control y de manipulación de la información.
En su obra The speaker’s corner, Jorge Macchi, presenta una serie de textos encomillados que se presentan, en realidad como citas de ningún texto, ya que las palabras ha sido extirpadas. El título de la obra se constituye como una ironía en referencia al espacio destinado en el Hyde Park de Londres al derecho a hablar que supuestamente poseemos todos sin distinciones. Todos tienen aquí derecho a no decir, señalando la manera en que sobreentendidos, prohibiciones y silencios son parte esencial del lenguaje.
El secreto se constituye como un lugar de resguardo y resistencia donde lo no dicho se presenta como un espacio que, inaccesible al otro, evidencia el poder de la palabra. Reticencias, evasiones, palabras recusadas evidencian la voluntad de no decir demarcando un territorio de inclusión y exclusión. El secreto posee así una dimensión política y ética, dimensión que resaltaba, por ejemplo Jean Paul Sartre en su famoso artículo de 1944 La República del Silencio, artículo que contribuyó en gran parte a elaborar el mito de la resistencia de postguerra en Francia. Allí, Sartre marcaba la ambigüedad: forzados al silencio, decimos igualmente “no” con el mismo. El silencio guarda, retiene las palabras que no se quieren dar al otro.
En Silencio, Margarita Paksa presenta una pequeña caja transparente, cerrada de forma hermética. Esta obra juega con las paradojas entre lo abierto y lo cerrado, lo evidente y lo vedado. El silencio resiste y suspende la palabra pero, además, se manifiesta como desconfianza y también como rebeldía contra el mismo lenguaje. La poesía, por ejemplo, ha luchado desde siempre por decir lo indecible y encontrar imágenes para el vacío y el silencio. La nada se presenta como fuerza productora de un sentido pleno al que las palabras no tienen acceso.
El secreto se guarda, pertenece a la topología de los espacios que, al igual que las puertas, las cajas, las cartas, los armarios, establecen una dialéctica entre lo cerrado y lo abierto. Estos espacios se constituyen a la vez en metáfora de nuestra propia interioridad.
En su obra Retratos, Ana Gallardo comparte fragmentos de su propia historia, de su propia intimidad transpuesta de un espacio privado al espacio público de la sala de exhibición, trastocando las condiciones enunciativas propias del secreto. A pesar de la exposición, la narración se resiste. Accedemos a ciertas imágenes alteradas; prácticamente irreconocibles. También a los sonidos de los trazos sin que las palabras lleguen nunca a pronunciarse. El secreto nos presenta a su vez intención y contraintención: cómo decir lo que no se debe decir, como no decir lo que se quiere decir.
Espacio de la interioridad, el secreto está vedado no por una llave o un sello sino por el compromiso o juramento de guardarlo. Por eso, su inviolabilidad es necesariamente efímera. Indefectiblemente conlleva el peligro de su apertura, de su exposición, de la traición, de la violencia del pacto quebrado. Tal como le sucedió al rey Midas. Enfrentándose con la incompatibilidad de su prohibición y su deseo, su barbero alivió su carga y abrió la caja que guardaba su secreto, el cual inmediatamente se vio esparcido por los aires.
Así, el secreto es, además de un sitio de poder, un sitio de placer. Es también un contradiscurso. Lejos de circular por los canales oficiales y legalizados del discurso, se convierte en rumor anónimo y nunca confirmado, transcurre sotto voce desde su ilegalidad y sus recorridos rizomáticos. Secreto y silencio se constituyen como refugios contra el poder del discurso hegemónico, multiplicándolo y horadándolo.

Belén Gache.