Lo que te inventas es más real que lo que recuerdas

Frente a la muralla de la Ciudad Imperial, me detiene un guardia. Le muestro un carnet de lectora vencido de la Biblioteca, al cual he falsificado la fecha. El carnet especial de Asesora de Poesía me fue retirado al ser expulsada de la ciudad. Los carnets de lector de la Biblioteca de Poesía del Khan son muy escasos y de uso exclusivo dentro el recinto, ya que está terminantemente prohibido sacar cualquier información fuera de las salas de lectura. El guardia comprueba que el holograma en la tarjeta se corresponde con mi apariencia y me da paso. Sobrevuelan nuestras cabezas unas naves tanque, procedentes del Sextante 47. ¿Qué será lo que transportan?

Una vez atravesada la muralla, me echo por encima una vieja chilaba que le cambio a un campesino lunar por una piedra-lupa que recogí en los montes Pirineos, antes de ingresar en la montaña hueca que habitaba Ji Kang. Aprovecho que una fila de ciudadanos del Satélite espera ser recibidos por el Khan.  Cada día lunar -aproximadamente, cada mes terrestre-, Kublai escucha sus reclamos y sirve de conciliador en sus reyertas. Me echo sobre la cabeza la capucha de la chilaba y, escondiendo mi rostro, avanzo junto a ellos para entrar en Palacio.


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