De subversiones dóciles y revoluciones imperceptibles

Observo a Aukan con una mezcla de ternura y compasión. Se lo ve cansado y envejecido. Evidentemente, él no sabe que ha sido suplantado por un doppelganger hologramático ni que todos los campesinos y poetas lunares piensan que ha traicionado la causa revolucionaria. Sin embargo, no me cabe duda de que un viejo y curtido mercenario cósmico como él sabrá sobrellevar un obstáculo como éste y salir adelante.
Recuerdo cuando, habiendo decidido ambos quedarnos en la luna en lugar de regresar a la Tierra, él decidió partir hacia los campos de corazones. Recuerdo sus apasionadas diatribas llenas de fervor: la revolución debía ser el punto de partida de todas las prácticas y debía manifestarse tanto en el proceso como en el resultado final de las acciones. Aukan pretendía promover el espíritu de sedición a lo largo y ancho de la luna y concienciar sobre la urgente necesidad de liberar a la región del las ambiciones del imperialismo lingüístico a nivel galáctico. Su insaciable sed revolucionaria y su utópica gesta lo habían llevado desde lo más profundo de las selvas ecuatoriales hasta la misma luna. Porque el comandante no era simplemente un revolucionario sino todos los revolucionarios y, para él, dudar de los procesos revolucionarios era como dudar de su propia existencia.


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