Del tren en el que voy nadie se baja

Todo el quehacer de los puestos se ve alterado por la llegada de Domingo de Ramos y un grupo de niños metrofóbicos que llegan cargados de bolsas repletas con cuernos de rinocerontes lunares, dispuestos a realizar transacciones ilícitas en el mercado negro de órganos.
-Aaaarrrrrgggg! Arrrrrgggggg! – gruñen abriéndose paso por entre los aturdidos comerciantes.
Ante la convulsión, todas las miradas se dirigen al pasillo central de la feria. Algunos, incluso dejan de hacer lo que están haciendo para acercarse, curiosos, a los recién llegados. Aprovecho la distracción general para empujar al comandante detrás de unos cajones llenos de clavículas y húmeros. Evidentemente, al estar Aukan prisionero dentro de una caja de metal sellada, la banda metrofóbica aún no se ha percatado de su fuga. Pero si llegaran a verlo aquí sería nuestra ruina absoluta e instantánea.
Antes de cobijarnos detrás de los cajones, alcanzo a coger un cuchillo y un tenedor de arriba de una de las mesas en donde los dragovitas merendaban unos jugosos filetes de canguro lunar, justo antes de ser interrumpidos por la intempestiva entrada de los niños metrofóbicos.


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