Entre la nada y la eternidad

Apenas nos despertamos, el gato cuántico y yo preparamos nuestras mochilas y nuestras mantas térmicas. Un largo camino nos espera hasta los montes Pirineos, al sur del Mare Nectaris. Allí, habita Ji Kang.
Debido a que en la luna no hay atmósfera, la luz que proviene del cielo no refracta en ningún lado llegando a su superficie de manera directa. Por este motivo, el cielo es siempre negro. Ninguna luz reflejada proviene de él. Esto hace igualmente que las miríadas de estrellas se vean tan maravillosas desde aquí.
Cuando salimos del bunker de Smart Filters, todos están aun durmiendo. Comenzamos nuestro camino. Un frío glacial nos golpea el rostro.


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