Proyecto Kublai Moon: http://belengache.net/kublaimoon/

El robot-poeta AI-Halîm X9009, que había poseído en el interior de su carcasa al corazón humano de la poetisa Belén Gache, ha sido asesinado vía obsolescencia programada por la compañía Tanasaki, de las ex Galaxias Ratonas. Al volver a la Tierra en busca del mismo, Belén Gache se da cuenta de hasta qué punto está ligada afectivamente al robot, quien fuera su compañero de aventuras durante el cautiverio lunar, en la Biblioteca de Poesía de Kublai Khan.
Destartalado y abandonado en un basurero de las afueras de Madrid, a AI Halîm se le han borrado gran parte de sus archivos conteniendo sus investigaciones para entender qué es la poesía y lo que ésta significaba para los seres humanos.
En un intento desesperado por restaurar los discos duros del robot, Belén Gache se ve inmersa en una serie de intrigas que involucran a lectores zombis, falsificadores de palabras, células anti-monométricas clandestinas, cultores de las semióticas a-significantes y detractores del semiocapitalismo y al mismo Luís de Góngora. 
Finalmente, logra restaurar parte de los datos, lo que la lleva a recuperar una subrutina que formaba parte de un complejo algoritmo creado por el propio AI-Halîm para componer poemas. Atravesando una serie de peligros, conspiraciones y traiciones, la poetisa logra finalmente poner en línea este fragmento del código del robot, justo antes de partir a la selva de Cururú, para unirse a las bases de la resistencia poética libertaria liderada por el comandante Aukan.

Instrucciones
Al ingresar al generador de poemas, aparecerán tres botones con diferentes funciones.

Cada vez que sea pulsado este botón, el programa generará un nuevo poema.
Al pulsar este botón, se generará un archivo en PDF con la poesía generada, que podrá ser guardado en el ordenador o el móvil. Esto permitirá a los lectores realizar sus propias antologías de la obra de AI-Halim.
Activando este botón, el lector puede optar por que sea el propio robot quien lea la obra.

AI Halim X9009 y su teoría del verso

Por Belén Gache

Sabotaje Retroexistencial es, a la vez, un algoritmo y un “libro infinito”. También, y principalmente, es una máquina de escribir.

Máquinas de escribir
Desde la Cábala en adelante, las combinatorias de letras o palabras mediante procedimientos de azar fue entendida por diferentes corrientes de pensamiento tanto como una actividad creativa y lúdica en sí misma o como signo de la intervención y determinación divina, para acceder a la cual se utilizaron toda clase de oráculos, tablas de ouija, tiradas de cartas, de monedas, etc. Paradigmático es, por ejemplo, el caso del I Ching o Libro de las Mutaciones, antiguo sistema oracular chino, concebido para ser leído mediante un sistema basado en procedimientos aleatorios.
A lo largo de la historia diferentes pensadores como, por ejemplo, Raimundo Lull (s XIII), Athanasius Kircher (sXVII) o  Gottfried Leibniz (sXVII) idearon mecanismos para combinar letras y palabras. Tal es el caso del Círculo Lulliano, del Alfabeto combinatorio de Kircher y de las teorías de la Dissertatio de Arte Combinatoria de Leibniz. En este último caso, en lugar de estar interesado en aplicaciones esotéricas de las combinatorias de las palabras, Leibniz buscaba una manera de poder estudiar todos los aspectos del mundo a partir de una única ciencia que los abarcara. Johnathan Swift, por su parte, en Los Viajes de Gulliver (1726) hace alusión a una paródica máquina de escribir en la cual no puede dejar de verse la burla implícita a las concepciones maquínicas del lenguaje de Kircher o Leibniz. Esta consistía en un bastidor compuesto de varios trozos de madera cubiertos de palabras que giraban y cambiaban su disposición a fin de crear diferentes frases. A partir de esta máquina combinatoria, podrían escribirse por igual libros de filosofía, poesía, política, derecho, matemática, teología, etcétera.
Una idea similar fue la retomada en el siglo XX por el ingeniero e inventor Vannevar Bush con el planteo de su Memex, dispositivo de archivo y selección de datos, basado en procedimientos metonímicos y que serviría de importante antecedente para los procesos digitales.
Lo cierto es que a lo largo del siglo XX se desarrollan una serie de “máquinas de escribir” basadas en algoritmos combinatorios. Quizás uno de los ejemplos más conmovedores sea MADAM (Manchester Automatic Digital Machine), la máquina construida en 1952 por Alan Turing, matemático, criptógrafo y padre de la computación moderna. Ésta estaba programada para escribir cartas de amor y operaba a partir de un generador de números aleatorios electrónico.
Hacia finales de la década de 1950, por su parte, Theo Lutz, un estudiante de informática en la Escuela Politécnica de Stuttgart tuvo una serie de conversaciones con el filósofo y matemático Max Bense, quien le propuso experimentar tomando un vocabulario compuesto de diferentes palabras extractadas de textos (por ejemplo, de El castillo, de Franz Kafka) y de programar con ellas frases cortas compuestas de sujeto, verbo y objeto. Las frases se construirían a partir de conectores lógicos como el de la negación, la coordinación, etcétera. A partir de estos experimentos, y dando cuenta de los mismos, el propio Lutz publicó en 1959 un artículo en Augenblick, la revista editada por Max Bense, titulado Textos estocásticos.
Estos textos son considerados hoy los primeros representantes de la fértil unión entre poesía e informática que se iría desarrollando en los años subsiguientes.
En este sentido, suele considerarse un segundo hito los trabajos del italiano Nanni Balestrini, quien produjo en Milán, en 1961, su obra Tape Mark 1 con la ayuda de un ordenador IBM 7070. Tape Mark 1 se basaba en unidades de sentido tomadas de tres diferentes textos (el Diario de Hiroshima, de Michihito Hachiya, el Tao te king, de Lao Tsé y El misterio del ascensor, de Paul Goodwin) que se recombinaban entre sí según determinadas reglas métricas.
La noción de “máquina de escribir” está presente, además, en una serie de escritores paradigmáticos como William Burroughs (con su idea de “máquina blanda” y sus experimentos con las técnicas de cut-up), Brion Gysin  (con sus propios cut-ups y su noción de “poesía maquínica”), Italo Calvino (quien habla de “máquina literaria” y utiliza técnicas procesuales a la hora de componer sus obras), otros miembros del Oulipo o integrantes del grupo Fluxus entre muchos otros.

Poesía algorítmica, combinatoria, potencial
Lo cierto es que, a lo largo de su historia, la literatura ha dado profusos ejemplos de poesías de palabras permutables: desde el Carmen XXV de Porfirio (siglo IV) a Los besos de amor, de Quirinus Kuhlmann, (s XVII).
Desde el poema dadá de Tristan Tzara hasta los cut-ups de Burroughs, los juegos oulipianos, los experimentos del grupo Fluxus o la poesía numérica, muchas corrientes literarias del siglo XX y hasta hoy, basaron su hacer en la poesía combinatoria.
La idea de máquinas combinatorias de textos suele estar asociada a las poéticas en las que el azar juega un rol preponderante. De hecho, desde Mallarmé en adelante, y durante todo el siglo pasado, la poesía experimental está atravesada por la noción de azar, a partir de procedimientos como cadáveres exquisitos, escrituras automáticas, combinatorias, literatura colectiva, etc. Muchas poéticas que utilizaron el azar en sus producciones lo consideraban no sólo como un elemento que podía provocar disturbios en una estructura más o menos estable sino como un elemento que ponía de relieve la imposibilidad del ser humano de controlar todas las variables de un sistema o, incluso, la imposibilidad misma de conocer la totalidad de una estructura. El azar, además, proporcionaba una excelente posibilidad para aquellos que buscaban escapar del control autorial y soñaban con una escritura liberada de su autor.
El libro Cent Milliards de poėmes (Cien mil millones de poemas), de Raymond Queneau, basado en juegos combinatorios, por ejemplo, se convirtió en un texto oulipiano por antonomasia. Miembro fundador del Oulipo, Queneau buscaba investigar diferentes métodos de creación literaria que incluyeran técnicas provenientes de las matemáticas y de otras ciencias. El grupo proponía la experimentación con el nivel formal del lenguaje y recurrían a la noción de “máquina” como elemento meta-textual privilegiado.
Si nos focalizamos en procedimientos formales y en la aplicación de diferentes reglas a la hora de componer poemas, nada nos impide entender  al mismo ser humano como una primera máquina a partir de la cual el resto de las máquinas son modeladas: si el proceso de escribir poesía consiste en organizar información en diferentes maneras de análisis y síntesis de textos, la misma noción de autor eventualmente se verá reemplazada por procesos cada vez más autónomos y anónimos.

Libros totales, infinitos, omnipresentes
En su cuento El libro de arena (1975), Jorge Luis Borges refiere a un  hipotético libro de un solo volumen que consta de un número infinito de hojas, infinitamente delgadas y cuya numeración de páginas no es correlativa. De hecho, una vez que se pasa una página, resulta imposible volver a encontrarla. Se trata de un libro que no tiene principio ni fin. Encontrar su primera o su última página es igualmente imposible.
Durante más de 30 años, en la segunda mitad del siglo XIX, el poeta simbolista francés Stéphane Mallarmé trabajó en un ambicioso proyecto denominado simplemente “El libro”. Pretendía construir una estructura compleja que, mediante cálculos astronómicos y el estudio de los movimientos de los planetas, determinaría, por ejemplo, el número de volúmenes que tendría este libro, el número de páginas en cada volumen, el número de letras en cada una de las páginas. El libro estaría compuesto por hojas móviles e intercambiables y representaría una suerte de “libro total” que contendría en sí mismo a todos los otros libros existentes y posibles.
El proyecto de Mallarmé jamás llegó a ir más allá de su concepto. Sin embargo, se ha señalado reiteradamente la manera en que las vanguardias del siglo XX fueron depositarias de sus ideas.
Sabotaje Retroexistencial se presenta igualmente como un “libro total”, conteniendo infinitos poemas potenciales y dando lugar a infinitas antologías potenciales realizadas por sus propios lectores.

La teoría del verso según AI-Halim
La teoría del verso del robot AI Halim X9009 está basada en dos conceptos principales: el de la semiótica asignificante y la noción de que no es el sujeto el que habla las palabras sino que son las mismas palabras las que hablan a través del sujeto.
La noción de semiótica asignificante, planteada por Felix Guattari ya desde la década de 1980, remite a determinadas señales que, aunque no poseen significados lingüísticos o icónicos, sí transmiten información relevante en un sistema determinado. 
Para este filósofo, las máquinas (incluso el inconsciente mismo, entendido como una máquina), deshacen componentes extractados de diferentes dominios y los despojan de sus singularidades. Así, Guattari le atribuye a la semiótica asignificante, a partir de su poder de desterritorialización, la posibilidad de liberarnos del “imperialismo lingüístico” y de su imposición despótica sobre otras formas semióticas posibles, y nos conmina a “salirnos del lenguaje” (Il faut sortir de la langue). Ejemplos paradigmáticos de semiótica asignificante son las sintaxis informáticas y robóticas.
Los poemas del robot AI_Halim oscilan entre la ausencia de significado y un plus de significación. En uno de sus artículos escrito para la revista Minotauro, a comienzos de la década de 1930, Salvador Dalí reflexionaba sobre su método paranoico-crítico. La paranoia, para él, era un proceso activo, con una dimensión fenomenológica concreta. El momento de la interpretación era ya de por sí un acto alucinatorio. Así, trazaba un paralelo entre la interpretación y la alucinación. Estas ideas despertaron gran interés en el joven Jacques Lacan, quien inmediatamente entendió que la postura de Dalí respecto a la paranoia se relacionaba estrechamente con la suya. De hecho, ambas se oponían a las teorías aceptadas unánimemente por el resto de los psiquiatras del momento.
Los poemas de Sabotaje Retroexistencial, ¿significan?, ¿o es el lector quien repone un significado ausente en unas palabras carentes de sentido; en unos versos asignificantes? ¿Pero es que acaso no sucede lo mismo en toda posible lectura de cualquier texto?

Además, ¿quién escribe estos poemas de AI-Halim? ¿El robot? ¿El usuario del programa? ¿El algoritmo? Los poemas de AI-Halim están escritos a la vez por todos y por nadie. Volviendo a Guattari, éste propone un descentramiento de la enunciación del sujeto humano a la máquina. Descentrando a la subjetividad humana en aras de una proto-subjetivación maquínica será, de hecho, uno de los objetivos de su filosofía. El campo de la semiótica asignificante será para él el de la enunciación no humana dentro de los sistemas maquínicos. Este campo incluirá desde el buscar y ejecutar rutinas hasta la interoperatividad de los sistemas, pasando por toda clase de loops cibernéticos.
Los poemas de AI-Halim se presentan como una escritura sin sujeto. En tanto escritura automática, constituyen una técnica de desaparición del sujeto enunciativo y del autor. El origen de sus sentidos reside en las propias palabras, en el lenguaje en sí mismo y en las posibles lecturas más o menos “paranoicas” de sus lectores.
En todo caso, como todo “libro total”, Sabotaje Retroexistencial, en su infinitud y evanescencia, en su entidad maquínica y algorítmica, propone un límite y un fin para la literatura moderna, basada en un modelo de autoría y de texto monumento.