Belén Gache

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  Palabras, ciberjuguetes e IP-bots (Memorias de una poetisa en el   ciberespacio)

 

Artículo de Belén Gache publicado en la Revista Errata #3 – Bogotá, Colombia, Julio de 2011.

 

1. De la Olivetti Studio 44 al Monkey Island
Comencé a escribir profesionalmente a los veintipico de años, en una revista de arte. Acababa de terminar mi carrera de historiadora del arte y escribía en mi vieja Olivetti Studio 44. Entregaba mis notas tipeadas junto con imágenes fotográficas que yo misma tomaba o reproducciones en catálogos para que los diagramadores las procesaran e ilustraran mi texto. Obviamente, no existían los archivos digitales. Recién me pasé al ordenador en 1990, cuando empecé a escribir mi primera novela. Se trataba de una Amiga 500 que Gustavo, mi pareja, había recién traído de los Estados Unidos. Su monitor era no otro que nuestro propio televisor. En ese entonces, todavía se utilizaba un ordenador por casa (home computer) y no por persona (personal computer), motivo por el cual lo compartía con Gustavo. Él, artista plástico, utilizaba el Delux Paint y yo escribía con el Text Craft y, cuando no estábamos trabajando, jugábamos al Monkey Island. Guybrush Threepwood se veía realmente bien en la pantalla de 320 x 240 pixeles. Hoy me es gracioso pensar que la resolución del juego es menor a la de la pantalla de mi móvil. Se podría decir que la Amiga nos servía para escribir, diseñar, jugar. Y esto que deja bastante mal parada a mi vieja Olivetti.
Mi novela fue seleccionada en el primer Premio Planeta de la Biblioteca del Sur y publicada dos años más tarde. En su versión original llevaba imágenes que yo había realizado con la Amiga, pero los editores decidieron no incorporarlas.

2. Fin del Mundo en Babilonia
Fue una noche de marzo de 1995. Me acuerdo que estábamos sentados en una mesa, en Babilonia. Babilonia era un bar muy típico de los 80, en Buenos Aires, devenido centro cultural, donde se montaban obras de teatro independiente. A Carlos Trilnick ya lo conocíamos desde hacía años. A Jorge Haro, lo conocimos esa noche y nos hicimos automáticamente amigos. Carlos, Jorge, Gustavo y yo hablamos de nuestras respectivas obras y de nuestra necesidad de un espacio diferente para poder mostrarlas. Así fue como esa noche nació Fin del Mundo. Fin del Mundo pronto se convirtió en pionero en abordar las relaciones entre arte e Internet y producir obras de net art. Cada uno de nosotros venía de una diferente disciplina (artes visuales, video, música y literatura) y utilizábamos ese espacio virtual para experimentar en los márgenes de nuestros propios campos artísticos.
La primera obra que puse en línea fue Purpúreas orquídeas. Se trataba de una serie de tres poemas cíclicos que incorporaban texto, audio e imagen. Por aquel entonces, en casa ya habíamos cambiado la Amiga por un PC 386. Y la 386 por un Pentium.

3. El libro del Fin del Mundo
Pasaron los años. Durante los mismos, tuve la ocasión de publicar dos novelas más en editoriales importantes. Ninguna de las dos llevaba imágenes. Para fines del 2001, yo había escrito un catálogo para una muestra de Xul Solar en el Museo Reina Sofía. Con lo que me pagaron entonces en Madrid (con euros casi recién estrenados), pude costearme la edición en la Argentina de un libro en el que hacía rato estaba trabajando. Al ser una edición de autor, yo podía hacer lo que quisiera, pasando de las limitaciones de una editorial comercial. El libro del Fin del mundo incorporaba poesía visual y conceptual, pero también multimedia. En su contra-solapa tenía un CD con obras de net poesía interactivas. En aquella época, 2002, la capacidad del ancho de banda de internet no permitía acceder a los pesados archivos multimedia. El libro del fin del mundo, cuyo concepto se inspiraba en la idea de una enciclopedia que, lejos de dar cuenta de un conjunto cerrado y definitivo de saberes, se presentaba inacabada y abierta. La inclusión de trabajos hipertextuales enfatizaba las nociones de no linealidad y bifurcación de la obra. El libro fue presentado en México DF, en el Inmerso foro proyectos del Cyberlounge del Museo Tamayo, un ciclo coordinado por Arcangel Constantini. Algunas de las netpoesías del CD pasarían a formar luego parte de mis Wordtoys, en su versión online.

4. El diario del niño burbuja
Hacia 2003 se produjo una revolución en la red: la aparición masiva de blogs. Si bien antes había habido experiencias de diarios en línea, estas se basaban en trabajosas actualizaciones de los sitios web subidas por FTP. Pero en 2004, nuevas herramientas (como, por ejemplo, el Fotolog, un sitio de la web 2.0 que permitía compartir informaciones en línea), permitían editar los posts de manera rápida y sencilla. El Fotolog fue muy popular en Sudamérica, incluso dando lugar, años más tarde en Argentina al fenómeno de los “floggers”. Fue precisamente para esa época que nació El diario del niño Burbuja. Burbuja está estructurado a partir de una contrainte oulipiana: yo me obligaba a mí misma a realizar un post cada día durante 100 días consecutivos. Los post debían contar con un texto breve creado a partir de una imagen aleatoria surgida de una búsqueda en la red. La narración se fue construyendo así a la deriva y en proceso, sin una trama o dirección preestablecida. Gran parte de este trabajo lo realicé en la ciudad de Montevideo. Todos los días, me iba a un locutorio y me conectaba a internet. O al menos, lo intentaba.  Allí la conexión no era de banda ancha. Era telefónica y se cortaba constantemente. Además, en esa época Fotolog tenía problemas y más de una vez, me desayunaba con que habían desaparecido todas las páginas del diario de Burbuja y debía volver a cargarlas.
Otra cosa que no existía entonces ni en la imaginación más profusa era You Tube. Pensar en compartir en línea los videos y video-poemas que realizábamos parecía imposible debido al peso de los archivos. You Tube recién estuvo disponible al público en 2005. Ese mismo año, nosotros celebramos el décimo aniversario de Fin del Mundo en línea con una fiesta en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. En 10 años, mucho había cambiado en los trabajos, en las tecnologías y en nosotros. Para esa época, cada uno de nosotros había desarrollado su carrera y rara vez coincidíamos los cuatro en Buenos Aires.

5. Los Wordtoys
Cuando empecé a componer obras de net poesía, en 1995, un nuevo universo se abría para las tecnologías de la escritura (hipertextos, interactividad, “verbivocovisualidad”, etcétera). Yo estaba fascinada con las nuevas posibles formas de escribir y era plenamente consciente de los cambios que estas acarrearían a nivel social. Sin embargo, no éramos muchos los que lo percibíamos. Esto nos hacía pertenecer a una especie de gueto de iniciados con quienes, más allá de países y fronteras, compartíamos la misma “cibergeografía”. Uno de ellos fue Brian Mackern. Por esa época, él estaba en Montevideo trabajando en sus soundtoys. Y fue precisamente a partir de la noción de soundtoy, de la obra concebida como instrumento, como máquina, como juguete, que comencé a trabajar mis Wordtoys. La idea era realizar trabajos donde el lector pudiera participar “leyendo” de manera diferente, jugando y disparando el azar del texto. Esta idea se entroncaba perfectamente con mis investigaciones sobre las experiencias “maquínicas” del lenguaje, fueran los versos combinatorios del barroco, la receta para componer poemas dada de Tzará, la poesía estocástica propugnada por Max Bense, las contraintes del Oulipo o las partituras de instrucciones de Fluxus. Mis Wordtoys se enmarcan en una tradición lúdica desarrollada tanto por las vanguardias como por las neo-vanguardias y parten de estrategias como el hincapié en la materialidad de los signos, la interactividad, las combinatorias de textos, el azar y el uso de instrucciones. Un grupo de Wordtoys constituyen los Gongora Wordtoys, basados en las Soledades, del poeta del Siglo de Oro español. Se trata de una serie de poemas interactivos que remiten a un universo barroco de espirales, pliegues y laberintos del lenguaje. Recordemos que los miembros del Oulipo clasificaban irónicamente a los poetas barrocos de “plagiarios por anticipación”, en la medida que estos ya experimentaban largamente con ecuaciones, procesamiento y “programación” del lenguaje.
 
6. Manifiestos robots e IP Bots
En 2009, realicé una serie de piezas sonoras: los Manifiestos robots. Consisten en una serie de poemas aleatorios construidos a partir de una estructura verbal fija correspondiente al género del discurso político. Mis manifiestos partían de la retórica de la propaganda política de comienzos del siglo XX (que se valía de las nuevas tecnologías de la época, como la radio o los altavoces para llegar a las masas), remitiendo igualmente a la poesía sonora futurista o dadaísta. Un siglo después, en campañas políticas como, por ejemplo, la de Obama, el uso de podcasts, Vblogs, Twitter o teleprompters era obligado. La política, a nivel mundial, se dedicaba principalmente a la retórica con maravillosos discursos mecánico, estructurados en base a meras fórmulas enfáticas y demagógicas sin contenidos específicos. Realicé esta obra utilizando el sistema IP Poetry, desarrollado por Gustavo Romano y que realiza búsquedas en Internet a partir de palabras clave que luego son recitadas por los IP Bots  valiéndose de fonemas pregrabados. Así como el You Tube había significado una revolución para el video amateur, el podcasting lo hacía para la radio.
Cuando a finales de los 80 yo usaba mi Olivetti Studio para escribir mis notas de arte, nadie imaginaba los profundos cambios que acarrearía el cambio de la escritura del papel a la pantalla. Hoy los sitios de internet, los blogs, los mensajes de texto, los mails, los socialmedia son parte de nuestra vida cotidiana. Pero allí está aun la escritura. Está el viejo lenguaje y las palabras.

Belén Gache.

 

Bibliografía y obras citadas

Gache, Belén. 2006., Escrituras nómades, del libro perdido al hipertexto, Gijón: Trea.
2004. El diario del niño burbuja, http://bubbleboy.findelmundo.com.ar/
1996-2006. Wordtoys, http://www.findelmundo.com.ar/wordtoys/
2009. Manifiestos robots, http://www.findelmundo.com.ar/belengache/manifiestosrobot.htm
2011. Gongora Wordtoys, http://www.belengache.net/gongorawordtoys/