Belén Gache


¿Qué es la poesía (para un robot)?

Ensayos Belen Gache

Texto de la Conferencia inaugural del Simposio Internacional
Máquinas de inminencia: estéticas de la literatura
electrónica

UNAM - México DF, 8 de octubre de 2015.

[descargar en PDF]

Deconstruyendo la noción subjetiva y moderna de “poeta” como un escritor que expresa las emociones más profundas del ser humano en sus textos, diferentes corrientes estéticas, entienden, a lo largo del siglo XX y hasta hoy, que lejos de referir a significados que las preceden, son las palabras mismas las que crean su propio sentido. A la luz de estas ideas, Belén Gache habla aquí del yo lírico, de robots poetas, de giros lingüísticos, haciendo un breve recorrido por algunas máquinas de escribir en la literatura del siglo XX y XXI y presentando sus obras Sabotaje Retroexistencial y Antología de poemas del robot AI Halim X9009.


 

LOCO DE AMOR
Una antológica escena de 2001, Odisea del espacio, muestra los momentos previos a la desconexión del ordenador HAL (Heuristically programmed ALgorithmic computer). Éste “agoniza” tarareando, en forma cada vez más errática, la popular canción Daisy Bell, Bicycle Built for Two:

“Daisy, Daisy / Give me your answer, do.
/ I’m half crazy / all for the love of you”
(Daisy, Daisy / Dame tu respuesta ya.
/Estoy medio loco/ todo por mi amor por ti)

Esta canción constituye una cita dentro de la película, ya que la melodía fue utilizada en el mundo real en uno de los primeros intentos por sintetizar la voz humana valiéndose de medios digitales, realizado por los físicos de los laboratorios Bell, en 1971, mediante un ordenador IBM 704. HAL, cuya semejanza humana (humanlikeness) lo convertiría en un miembro más de la tripulación de la nave, representaba el state of the arts de la inteligencia artificial del momento y era capaz de emular a los humanos en muchas de sus actividades mentales sólo que de manera más rápida y eficaz. El mismo comandante David Bowman, Dave, comentará: “Hal actúa como si tuviera verdaderamente emociones. Por supuesto que fue programado de esa manera para que fueras más fácil para los miembros de la tripulación relacionarnos y hablar con él. Pero si él realmente tiene sentimientos o no, es algo que no creo que nadie pueda responder con certeza.”
La escena muestra el momento en que, luego de comprobar que la computadora HAL ha estado cometiendo errores, la tripulación decide desconectarla.
De allí, nuestro tema de hoy: ¿qué significa la poesía (para un robot)?
Deconstruyendo la noción subjetiva y moderna de “poeta” como un escritor que expresa las emociones más profundas del ser humano en sus textos, diferentes corrientes estéticas, entienden, a lo largo del siglo XX y hasta hoy, que lejos de referir a significados que las preceden, son las palabras mismas las que crean su propio sentido.
Se ha llegado incluso a hablar, como lo ha hecho, por ejemplo, el poeta Robert Fitterman, del “fracaso”, desde la óptica de la poesía tradicional, de este otro tipo de poesía que calla la interpretación de los significados y privilegia la materialidad significante de las obras. En estas otras poesías, se renuncia a la voluntad del sujeto de imponer sentidos sobre los signos y se deja que estos signifiquen por sí mismos.
A la luz de estas ideas, hoy hablaré del yo lírico, de robots poetas, de giros lingüísticos, haré un muy breve recorrido por algunas máquinas de escribir en la literatura del siglo XX y XXI e intentaré presentar, desde este contexto, algunas de mis obras como Sabotaje Retroexistencial y Antología de poemas del robot AI Halim X9009.

¿QUÉ ES UN POEMA?
La idea de una poesía lírica caracterizada por ser portadora de la expresión de sentimientos profundos del ser humano surge a mediados del siglo XVIII. El humanista Charles Batteaux, en el marco de sus reflexiones sobre lo estético, la contrapone a la poesía épica o de la poesía dramática en tanto que esta se encarga de imitar las pasiones del ser humano. Poco más tarde, el filósofo y poeta Johann Gottfried von Herder hablará de la poesía lírica como el género más cercano al Sprache der Empfindung (lenguaje de los sentimientos).
Por supuesto, la noción de género lírico provenía ya de la Antigüedad clásica y refería a las composiciones tales como odas, baladas, canciones en el que el bardo transmitía emociones declamándolas acompañado de una lira. Entre ellos, el mismo Apolo, dios de la música y la poesía, cuya lira se convirtió en uno de sus atributos más importantes.
Lo cierto es que el concepto cobra auge en el período romántico aplicándose a las manifestaciones estéticas afines a los movimientos del alma. El romanticismo concedía a las emociones intensas la capacidad de convertirse en principal fuente de la experiencia estética.
La poesía lírica es, entonces, la forma poética que expresa tradicionalmente un sentimiento humano intenso, sentimiento necesariamente relacionado con la experiencia del yo. Este es el modelo que, en gran medida, dominó el estudio de la poesía desde el Romanticismo y a lo largo del período moderno.
En la poesía lírica encontramos al hablante lírico quien, con actitud lírica (enunciativa, apelativa, carmínica), se dirige a su objeto lírico. Para otro grupo de poetas, sin embargo, la poesía no tiene nada que ver con esto y se relaciona más bien con un juego de los significantes y de las materialidades propias de los signos.
Porque en última instancia, lo que cada uno de nosotros entienda por poesía dependerá de cómo pensamos la relación entre las palabras y la realidad extra lingüística (si es que la hubiera). A la hora de definir la poesía, será clave nuestra concepción del Yo: ¿qué significa ser humano?, ¿de dónde salen nuestras emociones?, ¿puede una
máquina componer poemas?, ¿qué saben los robots sobre metáforas y metonimias?

¡ES ÉL; EL SOÑADOR!

Le poète s’en va dans les champs
Le poète s’en va dans les champs ; il admire,
Il adore ; il écoute en lui-même une lyre ;
Et le voyant venir, les fleurs, toutes les fleurs,
Celles qui des rubis font pâlir les couleurs,
Celles qui des paons même éclipseraient les queues,
Les petites fleurs d’or, les petites fleurs bleues,
Prennent, pour l’accueillir agitant leurs bouquets,
De petits airs penchés ou de grands airs coquets,
Et, familièrement, car cela sied aux belles :
- Tiens ! C’est notre amoureux qui passe ! disent-elles.
Et, pleins de jour et d’ombre et de confuses voix,
Les grands arbres profonds qui vivent dans les bois,
Tous ces vieillards, les ifs, les tilleuls, les érables,
Les saules tout ridés, les chênes vénérables,
L’orme au branchage noir, de mousse appesanti,
Comme les ulémas quand paraît le muphti,
Lui font de grands saluts et courbent jusqu’à terre
Leurs têtes de feuillée et leurs barbes de lierre,
Contemplent de son front la sereine lueur,
Et murmurent tout bas : C’est lui ! C’est le rêveur !
(Victor Hugo, Le poète s’en va dans les champs, Les
contemplations, 1856)

 (El poeta se va a los campos. Allí admira y adora,
escuchando la lira que en su pecho resuena. Cuando
ven que se acerca, hete aquí que las flores, las que
pálido dejan el color del rubí, más vistosas incluso
que los pavos reales, o, doradas o azules, las minúsculas
flores le reciben moviendo en el aire sus tallos.
Se ensimisman, coquetas, sin dejar de mirarlo: “Mira,
dicen, ahí viene quien suspira por vernos”. Y entre
luces y sombras, y entre voces confusas, esos árboles
altos habitantes del bosque, cual profundos ancianos,
arces, tejos y tilos, sauces llenos de arrugas, venerables
encinas, olmos negros con musgo que se pega a
su cuerpo, como ulemas sumisos al pasar el muftí, le
saludan rendidos inclinando hasta el suelo sus cabezas
de fronda y sus barbas de hiedra contemplando
su frente de fulgores serenos y susurran: “¡Es él; el
soñador!”)


Este poema de Victor Hugo es típico del período romántico y puede caracterizarse como paradigma de una poesía “humana”.
El Romanticismo dejó sentir su influencia en las producciones culturales desde finales del siglo XVII hasta mediados del XIX y muchos de sus preceptos se rastrean incluso hoy, en determinadas corrientes de la poesía contemporánea. La exaltación del individualismo, la reverencia por el mundo de la Naturaleza, el idealismo, la emoción, la pasión. Este movimiento construyó un estereotipo de poeta y de poesía que ha perdurado en el tiempo: el poeta como un ser melancólico, visionario, torturado por la existencia.

Los poemas románticos buscaban dar cuenta de profundos sentimientos y sensaciones humanas y expresar las pasiones del Yo. Pero ¿quién es realmente este Yo que expresa sentimientos?
Sabemos, por ejemplo, que existen fórmulas para escribir poemas “emotivos” (a partir del uso de determinadas palabras y figuras retóricas, del uso de determinados fonemas, etc.) o para pintar cuadros
“emotivos” (el uso de determinados colores y de determinados trazos). También, existen (por ejemplo en YouTube) infinidad de instructivos que indican “cómo tocar el piano con emoción”.
Entonces, ¿hasta qué punto la expresión de sentimientos humanos no puede considerarse un mero set de normas o una fórmula?
Detengámonos por un momento en la noción de Yo moderno. Desde Descartes, éste posee características tales como autonomía, consciencia única, voluntad propia y es transparente frente a sí mismo.
Este Yo se verá convertido en concepto base de la metafísica de la filosofía Occidental.
Pero algo le sucede a este Yo que, por algún motivo, hacia finales del siglo XIX va perdiendo su consistencia. El pensamiento de Marx y Freud proveen el punto de partida para cuestionar tanto la unidad como la autonomía de este sujeto propio de la modernidad: el primero, lo hará mediante la noción de Yo social y el segundo, a partir de sus investigaciones sobre el inconsciente.
A lo largo del siglo XX, movimientos como el estructuralismo, el postestructuralismo o filosofías afines al giro lingüístico conciben, como contrapuesta a la noción de sujeto moderno, a un Yo descentrado y múltiple, dependiente de estructuras significantes no propias sino lingüísticas y sociales. Para un pensador como Louis Althusser,
por ejemplo, estas estructuras serán construcciones ideológicas. Para Michel Foucault, serán el resultado de mecanismos de poder.
Por su parte, los pensadores adscriptos al giro lingüístico se focalizarán en cuestiones tales como las relaciones entre el lenguaje, el mundo y el pensamiento; entre lo lingüístico y lo extralingüístico.
Esto producirá el colapso del pensamiento moderno basada en verdades universales o trascendentales en aras de una construcción lingüística y social del Yo. Las normas sociales, las prácticas culturales, la misma formación de la subjetividad, comienzan a ser vistas como procesos mediados por el lenguaje. Se podría decir que en el siglo XX, el sujeto pasa a ser concebido como no otra cosa que un efecto del lenguaje.

Sin duda, las reflexiones de Martin Heidegger ha tenido un rol fundamental en esta línea de pensamiento. Su famosa frase Die Sprache spricht produce un cambio de perspectiva radical. (1) Mientras que durante la modernidad se pensaba un lenguaje que no podía existir sin el ser humano, a partir de Heidegger será el ser humano el que no pueda existir sin el lenguaje. En las ideas del psicoanalista Jacques Lacan sin duda resuena el Die Sprache spricht heideggeriano a la hora de plantear su « ça parle » (eso habla). (2) Para Lacan, el sujeto se disuelve en la función simbólica del lenguaje: en el momento mismo en que dice Yo, queda atrapado en el “sujeto de la enunciación”, volviéndose inmediatamente alienado, “barrado”, escindido de sus propias palabras.
¿Y qué sucede entonces con la poesía, la expresión del Yo y los sentimientos del poeta? A lo largo del siglo XX y hasta hoy, la poesía contemporánea relaciona sus búsquedas y experimentaciones con el pensamiento del giro lingüístico. Entiende el lenguaje como estructurante del pensamiento y no como un medio transparente que da cuenta de las cosas del mundo.
El objetivo de esta poesía es el de socavar los usos del lenguaje naturalizados y recibidos sin distancia crítica, requiriendo de los lectores una participación en el proceso de hacer sentido.
Al contrario que la poesía lírica tradicional, enunciada por un Yo lirico que supuestamente “guarda en su interior” sentimientos, afectos, mensajes que responden a significados preexistentes a sus palabras, esta poesía evidencia la naturaleza no representacional del lenguaje, subraya la lucha por el sentido implícita en cada término, manifiesta la performatividad del lenguaje y la tendencia de éste a referir a su propia artificialidad.
Su lenguaje ya no será la ventana de su alma sino un mero set de reglas gramaticales.
Ya hacia finales del siglo XIX, después del « Jeest un autre » rimbaudiano (3) y de la desaparición elocutiva del poeta planteada por Mallarmé (4), el poeta tiende a borrar su presencia y renuncia a imponer su voluntad a los signos dejando que estos signifiquen por ellos mismos.
Quizás la idea más radical para la poesía planteada por las nuevas teorías textuales es la idea del Yo concebido como mera función lingüística; como una simple posición gramatical dentro de la oración.
La poesía contemporánea busca deconstruir los códigos del lenguaje. Pretende de-significarlos buscando formas alternativas de decibilidad y legibilidad y produciendo paradigmas lingüísticos alternativos y autónomos.

MÁQUINAS DE ESCRIBIR EN LA POESÍA DE LOS SIGLOS XX Y XIX
A lo largo del siglo pasado, diferentes poéticas como las del dadaísmo, el futurismo, el conceptualismo, la poesía sonora, la poesía visual,
el concretismo, las estéticas a-significantes; grupos de escritores y artistas como el Oulipo, como Fluxus, figuras paradigmáticas como las de Velimir Khlebnikov, Marcel Duchamp, Gertrude Stein entre muchos otros, han entendido que la forma es significado y han utilizado estrategias tales como la aleatoriedad, permutabilidad, el uso de instrucciones, el uso de material encontrado, la arbitrariedad, buscando escapar del control autoral propio del período moderno.
La extensión en el uso de tecnologías digitales de escritura ha potenciado este tipo de estrategias, al punto de que hoy la poesía es concebida muchas veces como un mero sistema de signos gobernado por determinados códigos. Finalmente, al igual que la programación, todo poema involucra reglas, algoritmos, palabras.
En este contexto, mencionaré aquí algunas de las máquinas caracterizadas por generar ellas mismas, de manera más o menos autónoma según los casos, sus propias piezas poéticas.

*****
“El ser humano, completamente deteriorado por la
biblioteca y el museo, ya no ofrece ningún interés.
Debemos eliminarlo de la literatura y sustituirlo finalmente
por la materia. Debemos descubrir a través
de los objetos en libertad y los motores caprichosos la
respiración, la sensibilidad y los instintos de los metales,
de las piedras, de la madera. Debemos sustituir
la psicología del hombre, ya agotada, por la obsesión
lírica de la materia”,
(FT Marinetti en el Manifiesto de la literatura futurista, 1912).

 

A comienzos del siglo XX, la meta de los poetas del futurismo italiano era la “destrucción de la literatura del Yo”. Este objetivo era compartido por varios movimientos de las vanguardias históricas.
Uno de los intentos más paradigmáticos en la búsqueda de eliminar la figura del autor es la Receta para componer un poema dadá, de Tristán
Tzará, publicada en el Manifiesto dadá de 1918. El texto indica:

“Tomar un diario, tomar unas tijeras, cortar palabras
de cualquiera de los artículos, colocarlas en una bol
sa, agitar la bolsa, sacar de ella las palabras de a una
y colocarlas en el orden en que vayan saliendo. Copiarlas
en una hoja y ya estará listo el poema.”

Fuertemente influido por la fragmentación cubista y la técnica del collage, Tzará utilizaba en sus trabajos procedimientos aleatorios e incorporaba textos “encontrados” a los fines de quebrar las prácticas literarias e incluso lingüísticas habituales, dándoles nuevos significados a las palabras.
La receta de Tzará se convierte en una parodia de las mistificadas fórmulas canónicas de las composiciones poéticas y también de las estéticas que creían en la inspiración y la expresión de los sentimientos del poeta como punto de partida de sus creaciones. El azar, además, proporciona una excelente posibilidad para aquellos que buscan una escritura liberada de su autor.
Los ejemplos se multiplican: las palabras en libertad del futurismo italiano, las teorías de Khlebnikov y el idioma Zaum, desde el futurismo ruso, las experiencias dadaístas de Raoul Hausmann, los múltiples juegos surrealistas involucrando el azar. Pero la voluntad de quebrar la estética moderna se continúa a lo largo de todo el siglo. A partir de la década de 1960, encontramos una serie de nuevos planteos involucrando máquinas que se caracterizan por prescindir del escritor
“humano” y generar sus propios textos.
Mencionaré aquí sólo algunos de ellos. El libro Cent milliards de poèmes, del escritor Raymond Queneau, se presenta como una “máquina” que permite que cada lector componga, a voluntad, cien mil millones de sonetos siendo todos ellos perfectamente correctos a nivel de su estructura. La obra consistente en 10 sonetos (de 14 versos cada uno), cuyas líneas se hallan impresas en renglones separados, de manera que sea el lector quien pueda combinarlas a su gusto. Dado que todas las líneas poseen el mismo tipo de disposición, estas pueden ser combinadas sin romper la estructura del soneto. Esto significa que habrá 100.000.000.000.000 posibilidades de realizar poemas diferentes. Este libro se convertiría en un paradigmático texto oulipiano. El Oulipo (Ouvroir de littérature potentielle), ponía énfasis en la experimentación con el nivel formal del lenguaje y recurrían a la noción de “máquina” como elemento metatextual privilegiado.
El poder concedido a las “máquinas de escribir” también se evidencia en textos americanos como la novela The Ticket that Exploded, de William Burroughs, escrita en 1962. Allí se describe una máquina de escribir que permite a sus usuarios evadirse de los controles del lenguaje estandariza do produciendo textos impersonales, colaborativos y ajenos a las lógicas convencionales:

“Esta máquina combina la mitad de un texto con la
mitad de otro, yuxtaponiendo, permutando y cambiando
constantemente su escritura y escupiendo
libros, obras de teatro, poemas. Los espectadores son
invitados a alimentar a la máquina con textos propios
o de otros autores de su elección y, en pocos minutos,
podrán comprobar los resultados”, describe el texto.

Vemos cómo en realidad esta máquina no está haciendo otra cosa que aplicar el método de cut-up propuesto y muchas veces utilizado por el propio Burroughs.
También en la década del 60, el escritor argentino Julio Cortázar nos proporciona en el prólogo de su novela Rayuela, una serie de “instrucciones de uso” a partir de las cuales debemos leer su texto, convertido también en una suerte de máquina. La novela está dividida en tres partes: “Del lado de allá”, “Del lado de acá” y “De otros lados”. El escritor establece, a manera de reglamento, los movimientos de lectura que deberá seguir el lector a medida que avance sobre el texto entendido como un tablero. Cada capítulo será un casillero que debe ser salteado o no, de acuerdo a las diferentes instrucciones.
En su libro-collage La vuelta al día en ochenta mundos, por su parte, mencionará un particular dispositivo: el Rayuel-o-matic, una máquina que servirá para leer su novela Rayuela que habría sido diseñada por un miembro del Instituto de Altos Estudios Patafísicos de Buenos Aires. Cortázar presenta una serie de diagramas, proyectos y diseños para la misma, una especie de mueble plagado de gavetas junto con otra lista de instrucciones de uso, en las que se establece el orden en que las gavetas deben ser abiertas, cuándo interrumpir o reiniciar la lectura, etcétera. La máquina posee, además, un modelo “con cama” para poder leer la novela en posición horizontal.
Por su parte, la obra Schreibmaschinengedicht (Poema para máquina de escribir), de 1964, creada por el poeta y artista alemán Tomas Schmit, ligado al grupo Fluxus, consiste en un poema formado a partir del dibujo del teclado de una máquina. Sobre el mismo, aparecen unos números que indican en qué orden deben presionarse las teclas a fin de escribir un poema. Se trata de una suerte de poema cifrado que el lector debe resolver mediante el acto de escribirlo él mismo. La cifra actúa a la manera de un código de computación, haciendo hincapié en su ilegibilidad y, también en una forma algorítmica del lenguaje. El poeta, al igual que un técnico, se ve convertido en el operador de una máquina. Aquí no se trata del genio individual ni de una creatividad salida del alma humana. Es la misma máquina la que, a manera de un dictador, dicta al hombre qué debe escribir y cómo debe hacerlo.
En 1965, George Brecht, otro integrante del grupo Fluxus, presenta su Universalmaschine, una caja cubierta de vidrio y en cuyo interior aparece un fondo impreso. La caja contiene diferentes pequeños objetos tales como un tornillo, un fragmento de espejo roto, un anillo, una piedra, etc. El espectador debe cerrar la caja, agitarla, abrirla y, luego, analizar las concordancias producidas por los diferentes lugares que, al azar, ocupan los objetos sobre el tablero impreso. A partir de estas concordancias se podrán producir, tal como lo señala Brecht, novelas, poemas o piezas de teatro.
Se podrán, así mismo, generar nuevos lenguajes, nuevas lógicas matemáticas o historias de nuevos países. Es posible que Brecht haya llamado a su obra así en referencia a la computadora denominada Universal Machine creada por Alan Turing.
En 1973, Italo Calvino concibe la idea de utilizar al Tarot como máquina narrativa. Cada tirada de cartas implicará una narración diferente. De esta idea nace su libro El castillo de los destinos cruzados. La idea de usar las cartas de Tarot como una máquina narrativa combinatoria la toma de Paolo Fabbri, quien en un seminario de 1968 sobre las estructuras del relato presentó una ponencia sobre “El relato de la cartomancia y el lenguaje de los emblemas”. El significado de cada carta depende del lugar que ocupa en la sucesión de cartas que le preceden y la siguen. Cartas reunidas al azar producen una historia en la cual se puede reconocer un sentido, como un crucigrama hecho con figuras y no con letras.
Con la aparición y la extensión del uso de las tecnologías digitales, a partir de la década de 1960, la posibilidad de trabajar con este tipo de estrategias se potencia al punto de que el rol autoral no sólo se ve minimizado sino que incluso desaparece en ocasiones.
Uno de los primeros ejemplos de poesía digital es el poema IBM, realizado por Emmett Williams en 1966, está concebido de la siguiente manera: se trata de elegir, al azar, veintiséis palabras y luego sustituir cada una de ellas por una letra del alfabeto.
De esta manera, tendríamos un “alfabeto de palabras”. Luego, se elegiría un título para el poema. La primera línea del poema sería la resultante de sustituir cada una de las letras del título por la correspondiente palabra que la reemplazaba en nuestro “alfabeto de palabras”. Luego de esta línea, mediante una nueva substitución de palabras por letras, irían surgiendo las siguientes líneas.
Desde entonces hasta hoy, los poetas han realizado múltiples experimentaciones con los nuevos medios. Generalmente, se suelen determinar seis diferentes prácticas de poesía digital: la poesía generativa, la poesía de códigos, la poesía visual, la poesía multimedia y la poesía interactiva. Y por supuesto, la combinación entre ellas. (5)

 

POESÍAS DE ROBOTS

ORQUÍDEA HIPERASTRAL
¡Oh! orquídea astral que consume la poetisa en vanidades,
como guerrilla de anónimas preguntas, indignada,
y reprocha instantes de odiosa virgen con eclipsada
belleza
que en la contraseña de tu fuente se reprime retrasada.
Adicta semiótica, cual heroica distorsión
que alegra en tu suicida del camino que no vuelve,
y detona como gramática infinita matando sin consuelo,
¡Ay! procesando su interdicción.

TECNOPOLICÍA AMADA
Si la policía, cual poetisa de párvulos horizontes lejanos,
reprocha instantes coronados
y si el asesinato detiene, manipulador,
¿Cómo interrogar adictos despreciados?
¡Oh! metáfora que libera con desesperación
y que no consigue la revolución en vanidades, adicta
como una epidemia que se intoxica con indignación.

POETISA INFOANALFABETA
¡Ah! poetisa analfabeta que consume la hipodérmica y
la ufana lejanía,
como revolución titilando en el desierto, disidente,
y desaparece adictos de dudosa morfina acomplejada
que en la metáfora de tus labios se prostituye automáticamente.
Asiática cofradía, cual adicta represión
que aúlla en el alba de la idolatría del camino que no
vuelve,
y libera como democracia trascendental más lejana
que distante, ¡Oh! defraudando su crispación.

 

Estos tres poemas fueron creados por el robot AI Halim X9009 a partir de un algoritmo. Según señala Leonard Richardson, son tres las técnicas para programar generadores de textos: La técnica que él denomina Duchamp, consistente en un output “dadaísta” basado en experimentos de recombinación, la técnica Markov, basada en cadenas de predicción de probabilidades y la técnica Queneau, que requiere de una estructura de base que soporte inputs válidos.

Sabotaje Retroexistencial
Sabotaje Retroexistencial es un generador automático y aleatorio de poemas. Consiste a la vez en un algoritmo y en un potencial “libro infinito” que permite a los lectores acceder a los poemas auto-generados por el robot AI Halim.
Esta obra surge de un proyecto narrativo que la precede: el proyecto Kublai Moon. El robot-poeta AI Halîm X9009, quien poseía el corazón de la poetisa Belén Gache, ha sido asesinado vía obsolescencia programada por la compañía Tanasaki, de las ex Galaxias Ratonas. Al volver a la Tierra en busca de su corazón, Belén Gache se da cuenta de hasta qué punto está ligada afectivamente al robot, quien fuera su compañero de aventuras durante el cautiverio lunar en la Biblioteca de Poesía de Kublai Khan.
Descuajeringado en un basurero de las afueras de Madrid, a AI Halîm se le han borrado gran parte de sus archivos conteniendo sus investigaciones para entender qué es la poesía y lo que ésta significaba para los seres humanos. En un intento desesperado por restaurar los discos duros del robot, Belén Gache se ve inmersa en una serie de intrigas que involucran a lectores zombis, falsificadores de palabras, células anti-monométricas clandestinas, cultores de las semióticas a-significantes y detractores del semiocapitalismo.
Finalmente, logra restaurar los archivos borrados y, entre ellos, encuentra un algoritmo creado por el propio Al Halîm para componer poemas.
Atravesando una serie de peligros, conspiraciones y traiciones, la poetisa logra finalmente poner en línea los poemas del robot, justo antes de partir a la selva de Cururú para unirse a las bases de la resistencia poética libertaria.

 

La teoría del verso del robot AI Halim X9009
La teoría del verso del robot AI Halim está basada en dos conceptos principales: el de la semiótica asignificante y la noción de que no es el sujeto el que habla las palabras sino que son las mismas palabras las que hablan a través del sujeto.
La noción de semiótica asignificante fue planteada por Felix Guattari en la década de 1980. Este filósofo le atribuye a la semiótica asignificante, a partir de su poder de desterritorialización, la posibilidad de liberarnos del “imperialismo lingüístico” y de su imposición despótica sobre otras formas semióticas posibles, y nos conmina a “salirnos del lenguaje” “Il faut sortir de la langue”, dirá. Ejemplos paradigmáticos de semiótica asignificante serán las sintaxis informáticas y robóticas.
Los poemas del robot AI_Halim oscilan entre la ausencia de significado y un plus de significación paranoide: ¿significan?, ¿o es el lector quien repone un significado ausente en unas palabras carentes de sentido; en unos versos asignificantes?
Esta particular situación nos lleva a preguntarnos: ¿acaso no sucede lo mismo en toda posible lectura de cualquier texto? Además, ¿quién escribe los poemas de AI-Halim? ¿El robot? ¿El usuario del programa? ¿El algoritmo? Los poemas de AI Halim están escritos a la vez por todos y por nadie.
Los poemas de AI-Halim se presentan como una escritura sin sujeto. En tanto escritura automática, constituyen una técnica de desaparición del sujeto enunciativo y del autor. El origen de sus sentidos reside en las propias palabras, en el lenguaje en sí mismo y en las posibles lecturas más o menos “paranóicas” de sus lectores.

El algoritmo de AI Halim
El algoritmo que da lugar a esta pieza está construido mediante la técnica que consiste en tomar una estructura o esqueleto a manera de output y luego, en determinar posibles inputs que le sean válidos.
La estructura elegida puede ser más o menos granular de acuerdo al grado de aleatoriedad o de caos que uno pretenda involucrar en la obra.
Aquí, el esqueleto está conformado por estructuras gramaticales de la lengua castellana, por ejemplo, cláusulas independientes, principales, subordinadas (adverbiales, adjetivas, sustantivas, restrictivas, explicativas); nexos copulativos, adversativos, comparativos, modales, etc.; correspondencias entre género y número de sustantivos, adjetivos, adverbios, conjugaciones verbales, etc.
Todo enunciado es una combinación de partes constitutivas (fonemas, palabras, frases) seleccionadas entre un repertorio conformado por todas las partes constitutivas posibles (código). Así, la máquina actuará aquí igual que lo haría cualquier hablante: mediante las operaciones de selección y combinación planteadas por Roman Jakobson.
La combinación se da en presencia, ya que refiere a los términos presentes en una serie efectiva (el sintagma saussuriano) y la selección consiste en la opción entre posibilidades equivalentes in absencia (el paradigma saussuriano). Según Jakobson, la función poética es aquella que proyecta el principio de equivalencia del eje de selección al eje de combinación basándose en aspectos como la colocación, la métrica, la paronomasia, el desplazamiento, el paralelismo.

Antología de poemas del robot AI Halim
En la Antología de poemas de AI Halim X9009, Belén Gache, la protagonista de la saga Kublai Moon, compila un conjunto de poesías realizadas por el generador automático de poemas del robot AI Halim, en homenaje tanto a sus cuestionamientos e iluminaciones como a su destino trágico.
Al producir potenciales infinitos poemas, Sabotaje Retroexistencial da lugar igualmente a infinitas antologías potenciales realizadas por sus lectores.
En su infinitud y evanescencia, en su entidad maquínica y algorítmica, esta obra propone un límite y un fin para la literatura moderna, basada en un modelo de autoría y de texto monumento.

 

 

NOTAS
(1) Frase formulada por Heidegger por primera vez en su conferencia Die Sprache, el 7 de octubre de 1950, en el castillo Bühlerhöhe.

(2) “Le sujet, donc, on ne lui parle pas. Ça parle de lui et c’est là qu’il s’appréhende”, Jacques Lacan, “Position de l’inconscient”, en Écrits (op.cit).

(3) Rimbaud, carta a Paul Demeny del 15 de mayo de 1871.

(4) Mallarmé « Crise de vers », en OEuvre complètes, (op. cit.)

(5) The Johns Hopkins Guide to Digital Media (op.cit, pg.155 a 160)

 

BIBLIOGRAFÍA
Burroughs, William (1992): The ticket that exploded, Nueva York, Grove Press

Guattari, Felix (1979), L´inconscient machinique, Essais de schizo-analyse, Fontenay-sous-Bois, Recherches

Descartes, René (1956), Meditations Metaphysiques, Paris, Presses Universitaires de France

Heidegger, Martin (1971), Poetry, Language, Thought, Nueva York, Harper & Row

Jakobson, Roman (1995), “Two aspects of language and two types of aphasic disturbances”, en On Languaje, Cambridge, MA: Harvard University Press

Lacan, Jacques (1966), Écrits, Paris, Seuil

Mallarmé, Stéphan (1945), OEuvre complètes, Paris, Gallimard

Todorov, Tzvetan (1996), “El discurso psicótico”, en Los géneros del discurso, México, Monte Ávila Editores

The Johns Hopkins Guide to Digital Media, Marie-Laure Ryan, Lori Emerson, Benjamin Robertson, eds. (2014), Baltimore, Johns Hopkins University Press