De osos y madroños

Filed under: Scrapbook | Tags: | septiembre 5th, 2011
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Hieronymus Bosch fue el pintor preferido de Felipe II. El rey fue su principal coleccionista y, además, tal como consta en las crónicas, murió recostado en su lecho mirando El Jardín de las Delicias. Las pinturas del Bosco, generalmente consideradas como precursoras del surrealismo, se caracterizan por su imaginería onírica y su profusión de referencias a la alquimia, la magia, los bestiarios medievales, los tesauros, etcétera. El Jardín de las Delicias (hoy en el Museo del Prado, a pocos metros de donde estoy escribiendo esto), es una obra particularmente cargada de simbolismos y es una de las obras más fascinantes y misteriosas de la historia del arte. El cuadro consiste en un tríptico que consta de una tabla central (conocida como “el Jardín de las Delicias propiamente dicho”) y dos laterales (el “Jardín del Edén” y “el Jardín del Infierno”), que están pintadas en sus dos lados y se pueden cerrar sobre la primera. La historia ha guardado constancia de que Felipe II llamaba a esta obra “la pintura del madroño”. ¿Del madroño?

Todos sabemos cómo es el escudo de Madrid: un oso apoyado en un madroño. Convertido en símbolo de la ciudad, incluso una paradigmática escultura del oso con su madroño vela por todos los madrileños desde su ubicación en la plaza de Sol. Algunos historiadores refieren que el escudo es así porque en el año 1211, el rey Alfonso VIII de Castilla, cuyas huestes ostentaban como enseña un oso prieto en campo de plata, preparó en Madrid una expedición contra la taifa de Murcia. Otras avanzadas militares madrileñas, en 1212 y 1217, llevaban igualmente por insignia a un oso. Otros historiadores han reparado en que no se trata de un oso sino de una osa y que esto es así debido a la alusión a la constelación de la Osa Mayor (o del Carro) porque Madrid estaba en épocas romanas en lo que se llama Carpetania y “Carpetum” en latín quiere decir, precisamente,” carro”. Otros dicen que sí hay una osa en referencia a la Osa Mayor pero no por la constelación del Carro sino por la fama que tuvo Madrid en astronomía debido a haber sido cuna del famoso astrónomo Maslama al-Mayriti. Con respecto al árbol que acompaña al oso, los historiadores indican que se trataría del símbolo del acuerdo de 1222, al que habrían llegado el concejo y la clerecía por la explotación y disfrute del monte y tierras de pasto en los alrededores de Madrid, motivo de constantes roces entre ambos. Pero, ¿por qué un madroño? Algunos estudiosos de la botánica han demostrado que en Madrid nunca hubo madroños. Al menos, no los hubo en abundancia. Otros dicen que, si bien no hubo madroños, sí había otro árbol llamado “lodón” que se le parecía mucho.

Volvamos ahora a El Jardín de las Delicias, y fijémonos cuidadosamente en su panel izquierdo, el Jardín del Edén. ¿Qué encontraremos? Pues sí, allí, entre un elefante y una jirafa y detrás de la “Fuente de la Vida” ¡está el díscolo oso colgado de su madroño!


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